He vueto, estaba
dormido por la mezquindad de algunos que circunstancialmente están por encima
de mí, a quienes no "les gusta" que les digan la verdad. Atado de
pies y manos por unos con algo de poder, como políticos. Estaba enfermo por el
veneno de los que mataron mi pasión por la fotografia, como portadores de la
peste. Estaba enterrado bajo la suela de los zapatos de que aquellos me tenían pisoteado, sin poder
ver el cielo, mutilando mi deseo de aprender, desnutriéndome cada día más de mi
labor, como sanguijuelas.
Con su
abuso de autoridad hicieron que dudara de mi propia capacidad, obligaron mi
brazo torcer, humillaron mi integridad, omitieron mi profesionalismo,
detuvieron mi progreso, pero cometieron un solo error: me dejaron vivo, y yo
soy rencoroso hasta la muerte.
Me sentí
por largo tiempo, como un pez fuera del agua, como un cero a la izquierda, como
un cheque sin firma, como una guitarra sin cuerdas. Subutilizado, minimizado,
encerrado en la jaula de dueños del circo, puros oportunistas que manejan las
piezas del ajedrez a su conveniencia en la aviación nacional. Varios amigos,
amistades, compañeros laborales, relacionados y conocidos, me decían: Nada es
eterno, nada dura para siempre, les llegará su tiempo. Pero yo respondo; ok,
nada dura para siempre, pero mientras ellos están en la opulencia de sus
"carreras", yo estoy en el hoyo de una espiral, en un barril sin
fondo, en la lista de los "lesionados". Ellos comen a la carta con
cucharita, mientras yo como pan con huevo. Yo no le deseo mal a nadie, pero a
esos han marcado negativamente mi vida... no les deseo nada bueno, nada, pero
nada bueno.
El
estrés es una de las cosas más perjudiciales. La desinformación y el mal manejo
que le di a las situaciones que no estaban en mis manos me llevo a ser víctima
del síndrome Burn Out. En muchísimas ocasiones me electrocutaba el estrés,
estrés laboral. Solo siento un corrientazo virtual en mi mente y explotaba con
quien tuviera cerca. No veía a quién, solo sacaba lo peor de mí como si un
demonio quisiera salir de mi infierno.
No soy
mala persona, pero mi mal manejo de estrés me alejo de mi familia y de mis
amigos. Solo soy un mal "expresador" (esta me la acabo de inventar)
de mis sentimientos, soy un mal "escuchador" (otra nuevecita) de
consejos, opiniones y criticas de quienes se preocupaban por mí... Nadie le da
mente, pero el estrés lleva a los infartos y a los derrames cerebrales.
Ahora he
vuelto, no por la revancha, sino por mí y para mí. Gracias a la única persona
(después de mi madre) que desde que está a mi lado ha demostrado que cree en
mí, que cree en mis pasiones, en mis locuras. La única persona que me ha
soportado tal como soy, como ni yo mismo me soportaría: mi esposa
Jenniffer. Ella calma los demonios que
aún están dentro de mí, y adivinen con qué... con su risita de payasita de
circo, me calma y hasta me saca una sonrisa. Esa risa y su cautivadora mirada
son el antídoto para el veneno que tengo dentro. Son el sedante que
tranquilizan los latidos de mi corazón. Se que ella a cogido más piques
viviendo conmigo, que durante toda su vida, pero ella me soporta. ¿Cómo lo
hace? Ni puta idea.
Ella
sabe que debajo de este sapo, hay un príncipe teñido de azul dispuesto a matar
por ella. Ella sabe que dentro de este gusano, hay escondida una abeja de buena
miel (mariposa suena muy gay). Ella sabe que no soy tan malo como me veo, ni
como esos malditos hicieron parecer. Pues ellos seguramente erraron igual o
peor que yo, pero no soy de su coro, de su "anillo". Entiendo que
como era costumbre, el yo escribir algo como esto es calentarme. Pero, ¿qué me
importa? ¿Van a hundirme más bajo de donde ya estoy?
Si mi esposa
Jenniffer no me da todo su apoyo (y agallina), yo no estaría ahora escribiendo
esto. Ahora trataré lentamente de compartir mis memorias de estos dos años
"en coma digital". Ahora termino mencionando las deudas que creo nunca podré pagar: