01/02/2010

Después de Haití... ¿qué?

Luego de despertar de aquel letargo de 2 años, en los que había ocultado totalmente mi deseo por escribir, dormí mi pasión por la fotografía y dejé de escuchar el llamado de la música... Nada movía mi renacer por la escritura, hasta que ocurrió el terremoto en Haití.

Ante la magnitud del desastre, el IDAC buscó personal para reforzar el servicio en el aeropuerto Internacional Dr. Joaquín Balaguer, fui seleccionado para eso. La terminal que fue prácticamente la base de operaciones de la ONU, de las autoridades de aviación y las de rescate.

¡Tremendo cambio para mí! Saliendo del aeropuerto Prof. Juan Bosch, El Catey, donde hay tan poca actividad que se podía pescar a orillas de la pista. Ahora no era así, en Higuero era "coco y piña", era pura candela. Mi primer día de trabajo allá fue tan intenso que puedo compararlo como equivalente a seis (6) meses de trabajo en mi antiguo aeropuerto. Entré a las 7:30 a. m. y salí a las 7:30 p. m..

Antes yo había trabajado en la torre de Punta Cana, había controlado muchos aviones, pero no había visto tantas operaciones juntas. ¡Aviones por un lado, helicópteros por otro! Hasta parecía un pedacito de la película "2012". Era tanto el trabajo que debíamos laborar 5 controladores por turno, cuando lo normal es de 2 por turno.

Gracias al trabajo en equipo y a la unión de las autoridades involucradas logramos la mágica cantidad de 494 vuelos de aviones y 392 vuelos de helicópteros en ida y vuelta hacia Haití. ¡Todo eso sin ningún incidente! Me llena de orgullo haber sido parte de eso, de poner mi mano junto a buenos controladores aéreos y tremendos pilotos (nuestros pilotos, que nunca los mencionan, fajados de sol a sol) y de poder ayudar dentro de mis posibilidades, a los vecinos del pueblo haitiano. A pesar de ser uno de los pocos que nos ofrecimos (y que no fuimos tomados en cuenta) para laborar en el aeropuerto Toussanit Louverture, siento que cumplí con mi deber.

Varios días después del terremoto, en un turno de trabajo, aproveché unos minutos con pocos aviones y bajé al piso de la cocina a comer algo (pues normalmente es tanto el trabajo que no da tiempo bajar para eso). Mientras lo hacía, la señora que cocina para nosotros puso las noticias en TV y... con solo ver las imágenes de casas destruidas, niñas heridas perdidas, solas y abandonadas, mi corazón se estrujó unos momentos.

Veía los videos y pensaba en mi hija Laura, en mi hija Ely, en mi hija Flor, en mi esposa y en mi madre... Inconscientemente me preguntaba ¿qué haría yo en un caso así? Pasó el reportaje, me paré y subí de nuevo torre a seguir con mi labor pero, rato después me di cuenta que olvidé comer... Hasta el hambre se me había quitado. Con más ánimo que el primer día, subí a mi torre a cooperar en lo que sea necesario.

Desde aquel 12 de enero, he dado lo mejor de mi trabajo cada día. Semanas de mucha presión, de estrés, de corre-corre, y toda palabra que implique ajetreo laboral. Cualquier avioncito llevaba un embajador, o un cónsul, o cualquier alto funcionario de un país... Nada salió mal, todo fue lo "menos desordenado" posible. Cada imagen sigue en mi mente, y seguirá por mucho tiempo.


Después de ver los tremendos rescates, los héroes anónimos, la tremenda cooperación entre países casi enemigos, me digo a mi mismo: ¿Tenía que pasar algo así para ver esa unión? Sin importar la respuesta, veo las insinuaciones de otras naciones que apoyan y promueven una posible fusión de República Dominicana con Haití... ¿A esta hora? Todavía hay personas que se atreven a decir que somos racistas.

No veo necesidad de colocar ninguna imagen en esta entrada de mi blog, el mundo ha visto más de lo necesario. Ni yo mismo quisiera ver más, pues mis peores temores salen a flote al pensar en que algo le pueda pasar a las mujeres de mi vida. Ya salvaron a los que pudieron, alimentaron a los que pudieron. ¿y ahora qué? Con el dinero que han recaudado, la ayuda que ha llegado, los esfuerzos destinados a socorrer al sufrido país, creo que República Dominicana casi paga la deuda externa.

Ahora miles huyen hacia nuestro país, cientos nadan hacia Cuba, Jamaica o EE. UU., otros arrancan para donde sea, con tal de olvidar tal tragedia, que no deja otra cosa que desolación en un país, que apenas era país. Cientos de miles de hombres y mujeres echados a su suerte, dispuestos a dejar ese país, dejárselo a los extranjeros, dejárselo a quien sea, pero huir de ahí, de Haití. No hay trabajon ni comida, ni salud. ¿Qué opciones tienen? Lo más cerca que tienen es cruzar la frontera. Algo me dice que por más que los ayudemos, siempre seremos los malos.